Trágicas apariencias by Javier Alonso Osborne

Trágicas apariencias by Javier Alonso Osborne

autor:Javier Alonso Osborne [Javier Alonso Osborne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: F
editor: SAGA Egmont
publicado: 2023-02-18T00:00:00+00:00


22

Nada más entrar en la exposición, a la que había acudido para hacer la critica pára el periódico a su vuelta a Madrid, Ángel sintió como una bocanada de libertad. Sintió el poder, la fuerza de las “heroínas” que aparecían en los cuadros expuestos, seguras, dominantes. Muchos de los cuadros eran un grito de poderío, de arrogancia, mujeres vencedoras de la soledad, que no necesitaban la coraza de Juana de Arco para enfrentarse, desnudas, con la tradición patriarcal, como en el cuadro de Dègas, “Jóvenes espartanas desafiando a sus compañeros”. Al pasar por el control, cogió un folleto y leyó los primeros párrafos: “La historia del arte occidental abunda en imágenes de mujeres seductoras, complacientes, sumisas, sometidas. “Heroínas” es una antología de mujeres fuertes, activas, independientes, creadoras, triunfantes. O bien, para usar una palabra clave de la agenda feminista en las últimás décadas, esta exposición se interesa por aquellas figuras que pueden ser fuentes de “empoderamiento” (empowerment) para las propias mujeres...”.

Ángel se detuvo en uno de sus cuadros preferidos, “Habitación de hotel”, de Edward Hopper, que siempre le había entristecido por la soledad que irradia, y que ahora cobraba aun más fuerza porque le recordaba a Anabel infinitamente triste en la habitación de cualquier hotel del mundo. Luego, se paró delante de la “Erupción, 1998” de Renée Cox. Le parecía la imagen más impactante de la liberalización de la mujer, la más gráfica, esa joven atleta con botas por encima de la rodilla y muslos fuertes rompiendo las cadenas con sus brazos extendidos sobre el fondo de un volcán en erupción era todo un símbolo del final de una época de sumisión y esclavitud, era la imagen perfecta de la ruptura. Ángel retrocedió un poco para ver el cuadro desde más lejos y, sin querer, chocó con alguien. Se volvió, a la vez que pedía perdón, para ver a la persona con quien había tropezado y ambos —era una mujer— se quedaron mirando, sorprendidos y atónitos, sin pronunciar una palabra ni iniciar ningún movimiento durante unos segundos... Fue ella, al fin, quien, temblándole casi imperceptiblemente el labio superior, como si estuviera a punto de llorar, elevó las manos por encima de la cabeza y le abrazó con fuerza permaneciendo así varios segundos en los que a Ángel le dio tiempo de sentir el cuerpo de Julia totalmente entregado al compañero que acababa de encontrar después de varios años sin verle.

Él respondió al abrazo hundiendo la cara en su cuello, que olía al perfume de siempre, y notó en su sien el latido de las venas de su amiga, propensa a exteriorizar sus emociones con reacciones convulsivas de su cuerpo. Cuando consiguió separarse, apartándola suavemente, le cogió la barbilla para obligarla a que le mirara y poder recordar sus facciones desdibujada por el paso del tiempo. Por fin, ella levantó la cara, pero no le miró hasta pasados unos segundos, en los que su cuerpo siguió temblando como el de un cachorro asustado.

Julia era así, ante cualquier emoción adoptaba aquella mirada



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